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Una carta para mi amado

Querido Redentor:

Si pudiera verte un minuto... Ver tu rostro resplandeciente por sesenta segundos, creo que lo primero que haría seria caer a tus pies, totalmente rendida a ti, lloraría con todas mis fuerzas, temblaría, eso es seguro. Clamaría por tu perdón, imploraría por tu misericordia. Si hallo gracia delante de tus ojos, y no muero; si quedo viva después de presenciar al gran creador de todo lo que hay (visible e invisible), no haría nada más que alabar. No pediría nada más, no hablaría mucho, solo te adoraría. Te exaltaría con todo lo que soy. Tú mereces, tú eres digno de toda alabanza! Toda la tierra tiembla al sonar de tu nombre. El mundo entero, el universo entero, los cielos se sacuden al contemplar tu gloria, tu increíble majestad. Eres tan grande, Dios! Tan asombroso, tan magnifico. Todo emana de ti, es para ti y es de ti. Eres todo. Ser consciente de que tú, gran creador y redentor, me has escogido como hija tuya: Hija del Altísimo, es sublime. No lo concibo del todo. Lo creo, pero no lo logro comprender. Me falta entendimiento para abarcar tu magnificencia. Me faltan palabras para describir tu grandeza. Solo puedo describirte con tus propias palabras: "Los cielos de los cielos no pueden contenerte."    

Concebir que tú en tu absoluta divinidad decidiste dejar tu trono, tu majestad como rey soberano que gobierna en los cielos para apropiarte de un cuerpo mortal por amor a tu creación, es demasiado para mi mente humana. Sé que necesito mucho más que conocimiento humano para entender esa increíble verdad, necesito de ti, de tu espíritu, de la fe que tú mismo nos das. Y no solo hiciste eso. Una vez que te humillaste a lo sumo, tomando cuerpo de hombre, de humano, dejaste que te maltrataran, soportaste cruel martirio y permitiste que te escarnecieran en el calvario. Ya allí, después de todo ello (la gente se confunde, muchos dicen que te mataron, pero no fue así) tú mismo diste tu vida. Exhalaste tu espíritu, el hálito de vida. Te humillaste hasta llegar a la muerte y muerte de cruz, de las formas menos honrosas de morir. Todo por redimir esclavos del pecado, por rescatar de la muerte segunda, por pagar deudas que no tenias por qué pagar, por salvar almas que por si mismas habían buscado su perdición, por reconstruir el puente que unía al hombre con su Dios. Eres la verdad absoluta y menos creída.

Muchas almas por las que moriste, no te creen. Es decir, creen otras mil mentiras, creen lo que ellos consideran "verdad" y la única y absoluta verdad, no la quieren creer.  Sin embargo hay cosas que son verdaderas creas en ellas o no.

Tres veces santo, mi Señor. Así eres tú. Perfecto, inigualable, vestido de majestad y gloria. Y aun así viniste a este mundo a pagar lo que yo debía. Perdóname, Señor, porque no puedo ni siquiera agradecerte lo suficiente. Por más esfuerzos que haga, jamás podré corresponder equitativamente a tu amor. El único y verdadero amor. 

No sé qué me maravilla más, si tu perfecto sacrificio, en donde soportaste tú, en tu cuerpo mortal, tu propia ira. Jesucristo llevando encima el precio del pecado. En su misma carne, en sus llagas, fui sanada. Jesús soportando la ira del gran Yo Soy. Horrenda cosa es caer en las manos de un Dios vivo.
No sé si eso me maravilla más o tu venida. Wow! Dios, tu venida llena de estruendo, en donde Jesús será manifestado en gloria y vendrá a juzgar cada alma conforme a sus obras. Jesús, padre celestial, ten misericordia  de mí cuando el gran día del Señor sea manifiesto. Jehová, Dios de Israel, cuando llegue ese día, toda rodilla se doblará ante ti, en los cielos, en la tierra y aun debajo de la tierra. Redentor, cada persona! cada una, aun los "ateos", los creyentes y los no creyentes, aun la persona que lea esta carta, doblará sus rodillas ante ti. En ese día el valiente gritará y las personas clamarán a las piedras que caigan sobre ellas, pero la misma muerte huirá de ellos. Día terrible será. 

Ten piedad, de mí, Señor en ese día, por favor. 

Sabes algo? Te quiero tanto! De verdad lo hago, te amo. Con mis faltas, con mis errores, con el mismo amor que tú me das para amar, pero te amo. Mi vida ya no es mía. Tú sabes lo difícil que fue para mí despojarme de mi misma. Es complejo ser consciente de que tengo un Yo, una Anahí que existe en la vida, y más complejo fue entregártela. Te di lo que soy y eres libre de hacer conmigo lo que te plazca. Confío en ti, sé que harás algo bueno de mí. Mi alma es tuya, ahora. Mi ser, mis fuerzas, mi corazón, mi existencia, todo lo que soy, es tuyo. Guíame por sendas de justicia, por amor de tu nombre. Creo en ti, decidí hacerlo. Decidí seguirte y aceptar todo lo que eso implica. Dame fuerzas, no me desampares y todo estará bien.

-Con amor, tu hija rescatada, lavada con tu sangre: Anahí.

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